domingo, 19 de enero de 2014

Aunque más no sea que por curiosidad





“(…) La gente está clavada a los procesos. Arriba.  Abajo.  Hacer algo.  Levantarse, hacer algo, dormir. Levantarse. No pueden salir de ese círculo. Ya verás, algún día van a decir: Bukowski sabía. Descansa 3 o 4 días hasta ponerte jugoso de nuevo, entonces levántate, mira un poco y hazlo. Pero quién carajo puede hacerlo cuando necesita un dólar. (…) cuando vas y encuentras una camarera que se acerca y dice: “¿quieres un café?” Allí mismo empieza, porque ni siquiera sabes si quieres un café. (…) son siempre preguntas y respuestas y tienes que encajar.(…) La gente no tiene un sentido.”
Charles Bukowski


El sinsentido acecha, siempre está ahí. Cuando estoy en facebook, cuando me escapo, cuando me evado, cuando por escaparme y por evadirme veo las cosas que suben los demás, sus comentarios, sus deseos cotidianos, se me hace demasiado obvia la falta de sentido. Entonces ahí completo el  círculo vicioso: me centro en la trivialidad de la queja, y me sumo al sinsentido que rechazo. 


La gente vive las vidas que le dijeron que tenían que vivir, todos en “carrera”, estudiando, terminando, rindiendo, escapando, corriendo, inmersos en un sinfín de evasiones entre las que emerge una constante: el deseo de dormir. La paradoja es que ya están dormidos: esperando el lunes que llegue el fin de semana, esperando ya el fin de semana que lleguen las vacaciones, deseando poder escaparse por un rato, descansar de una vida que agota el 50% del tiempo,  aburre el 40% y un 10%, a veces, nos hace felices.

Porque la vida es muerte y necesitamos dormir o recrearnos para realmente vivir; de lunes a viernes parece que la vida mucha vida no es; sin embargo no podemos salir, no podemos salir de la rueda, nadie puede bajarse; o seguimos corriendo por esta cinta eléctrica sin fin, o la cinta nos voltea.

 Y esa es la verdad. Cualquier persona con un mínimo de profundidad lo sabe, o lo sabe y lo niega.

El asunto es que, a pesar de saberlo, yo vuelvo a encontrarme en este callejón sin salida por evadirme; en definitiva, como los demás. Evadirse nos lleva al backstage de la vida, y no sirve de una verga quedarse ahí, hay que resignificarse, atravesarla a nuestra manera. No obstante, cuando pensás y sentís, es complicado entretenerse con lo mundano. No es muy fácil recrearse con los medios que este mundo estandarizado ofrece. Hacerlo resulta más agotador que la vida misma. ¿Le damos verdadera identidad al concepto de vivir o vivimos evitando que nos coma la cinta que nunca duerme? 

Hablar, ser copado, pretender que te gusta la música de verga que escucha todo el mundo, pretender que no te espantan las pelotudeces que opina la gente de política, pretender que esa vida te importa, pretender que no sos una negativa de mierda, porque a la gente no le gusta ver eso. Todo por no ser un freak apartado.

Queremos ser positivos, todos muy positivos. 

Mientras tanto buscamos nichos en la sociedad, los que más o menos se asemejan a quienes somos, y empezamos a investigar los guetos, las sub-tribus, los subgrupos, las minorías... Estoy, estamos, mejor ahí pero tampoco nos encontramos del todo: es una submatrix dentro de la matrix más burda. ¿Es mejor? Sí, es un mal menor, pero cuando salimos a la gran matrix (porque tenemos que hacerlo) pocas veces lo que vivimos del otro lado es un alimento para sobrevivir en ella; todo lo contrario, cada vez aguantamos menos tiempo hablando de cosas que no nos interesan, escuchando cosas que nos horrorizan, viendo la trivialidad que nos rodea, la superficialidad del mundo, la falta de todo, la sobreabundancia de nada. 

Entonces me vuelvo adicta al cine, al sexo, al pucho, o a las tres cosas al mismo tiempo y, si no tengo alguna de las tres, me sobredrogo con alguna de las otras dos, y cuando me aburro voy a una fiesta electrónica a experimentar por unas horas cómo sería si no tuviese un cuerpo y flotara en el éter. Después me tomo el bondi, vuelvo a pronunciar palabras vacías, a buscar un laburo vacío, a interactuar con la pelotudez humana. 

A tolerar, aceptar, tolerar, aceptar. Y esperar... 

Esperar toparme con esos pocos, compartir miradas, visiones, sentimientos, sensaciones, experiencias... Recordar que estoy en un mundo de cerdos pero en el que por momentos me encuentro con esos ponis mágicos con los que puedo indagar cómo sería vivir. Cómo sería estar en otro mundo que no sea éste. 

Dante, uno de los personajes principales de Martin Hache, dijo que hay que seguir aunque más no sea que por curiosidad, y yo sé que soy una cobarde. Sé que vivir la vida con mis formas le daría un sentido a todo esto. Solo eso haría una diferencia y, tal vez, así me ganaría un bonus, unos puntos, unas millas extras,  para no tener que volver nunca más acá.

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